Han pasado ya unos cuantos años (26 con exactitud), desde aquellas florecientes experiencias de La Luna de Madrid en las que participé en algunos números.
Eran tiempos de una soledad profesional tremenda en Madrid (con sinceridad, la prefiero a la supuesta actual masificada) solo compartida con los compañeros de Barcelona, Ferrán y Casals. Investigábamos continuamente y muchos de nuestros descubrimientos los compartíamos a distancia (sin necesidad de poseer Internet) al publicarlos en las revistas especializadas.
Gracias a un buen amigo, ha llegado a mis manos este ejemplar de LA LUNA DE MADRID en el que aparezco en una entrevista en uno de sus primeros números. No suelo guardar casi nada en lo que se me ha referenciado a lo largo de mi trayectoria profesional (en el fondo, nunca he sido ego centrísta), aunque si mucho (no todo) de lo publicado como trabajo profesional. La verdad es que recuperar estas cosas ahora, si que me hace una especial ilusión; ha de ser que un cierto ego se potencia con la edad... |
Cada nuevo número de cualquiera de los Cuaderns, Arquitectura... los "destrozábamos" a base de estudio concienzudo de lo que los compañeros (y nosotros mismos) presentábamos como novedad, pese a la manipulación que se daba en la cadena de producción; estudiábamos por deducción, eliminando las manipulaciones continuas de los editores...
Y es que en aquel momento éramos partícipes de una "revolución" continua en la fotografía de arquitectura española en la que poco a poco nos íbamos desprendiendo de las ataduras estético-artísticas de los Catalá Roca y similares, en busca de nuestro propio lenguaje fotográfico arquitectónico.
Eran los tiempos del gran Cuaderns del COAC que bajo la dirección de J.L. Mateo descubrió una nueva mirada de la arquitectura española, a medio mundo...
En muchos sentidos, extraño aquellas épocas en las que se valoraba mucho mas la ilusión del hacer bien las cosas; de la investigación y los hallazgos continuos; de la superación personal y profesional; del compartir profesional continuo... Ahora, a tenor de la soledad profesional real que, también en Madrid, sentimos algunos, hemos de estar mucho mas cerca del desértico Marte que de aquella, aunque humilde, floreciente Luna...
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