En Enero, ya llevaremos los dos años de enclaustramiento (enrocado, como dicen los pescadores) como defensa ante la situación profesional actual.
Dos años anteriores más de preparación para poder aguantar esta situación (que pude prever de forma casi milimétrica), nos hicieron desprendernos de toda estructura profesional, de todo empleado que nos podría atar en lo que se nos venía encima; realizar toda la liquidez posible, eliminar todo tipo de gasto superfluo, bajar todo tipo de consumo imprescindible…. Una reestructuración, al fin y vista desde aquellos momentos, digna de una película de ciencia ficción mas propia de una locura personal que de una aparente realidad (visionario, me llegaron a llamar).
Foto de otoño |
Y no, no era una locura. Fue una visión propia de la providencia que, gracias a ella, no nos ha puesto en peligro nuestro futuro; enrocados, podremos aguantar por mucho tiempo viviendo sin grandes gastos, consecuencia de los mínimos consumos y la autosuficiencia.
Ya no tenemos otra pretensión que la de disfrutar con el poco trabajo que nos llega; seguir inventando profesión, aunque sea de "casi prestado", en la autosuficiencia diaria de la subsistencia mínima.
El minimalísmo vital, ha llegado a la nuestra y estamos inmersos en ello; una extraña sensación entre miseria y vacío, recorre minuto a minuto nuestro cuerpo. Todavía no estamos adaptados completamente a estos nuevos valores, como para poder movernos cómodos y en toda su dimensión...
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