Creí morir sobre la bicicleta. Han sido los noventa kilómetros mas largos de mi vida...
Tras una noche de cuchillos largos en la que no llegue a pegar ojo mas de dos horas, los cien kilómetros programados para el jueves, pese a transformarse finalmente en noventa, fueron un auténtico martirio como consecuencia del calor, el cansancio y la deshidratación; fue un día especialmente caluroso; el primero de este año en Madrid.
Cuando en el verano madrileño aparece un día así, lo mejor es no circular mas allá de las once de la mañana. Y, efectivamente, así lo habíamos previsto saliendo a las siete de la mañana. Pero una avería y una serie de retrasos por circunstancias varias, hicieron que a la 13 horas, yo siguiera encima de la bicicleta enfrentado a las últimas subidas, con viento en contra y un horroroso calor de, al menos, cuarenta grados. Hace años que no sufría un martirio semejante...
Y es que la bicicleta y la fotografía, tienen muchas cosas en común durante el verano: no se pueden ejercer en las horas centrales del día. La primera por el calor; la segunda por la dirección del sol que resulta demasiado vertical como para definir los volúmenes con calidad.
Lo mas doloroso, han sido los brazos a la altura de los codos; los pliegues de la piel están absolutamente quemados y esto produce unas molestias nada desdeñables. Son las consecuencias de la llegada del verano como suele hacerlo aquí: de repente y sin previo aviso.
Mañana sábado, comenzamos la segunda versión del curso. Preveo un fin de semana agotador, con un sábado de "conferencia" en mas de diez horas, y un domingo de prácticas en el Escorial, que puede ser similar al que pasé este jueves circulando en bicicleta. Protector solar y gorrro amplio, son la única solución, que preveo como absolutamente imprescindibles.
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